Asi que ni corto ni perezoso aleje mis pasos del bullicio del campamento, abri la cremallera que va desde el cuello hasta tres cuartas por debajo de la barbilla (que cada cual calcule) y me dispuse a tan esforzada labor. Eso si, terminada la faena, con toda la rapidez del mundo me recoloque a oscuras el mono, que habia tenido que bajar hasta las rodillas, y regrese al campamento.