En ella sirvieron desde simples guerreros a príncipes y futuros reyes». Las riquezas a las que podían optar eran tan gigantescas que hubo príncipes y nobles vikingos que se recorrieron medio mundo para llegar a Constantinopla, ser contratados como guardias del emperador, amasar una gran fortuna, y regresar a su tierra natal cargados de oro y gloria. Canales y Del Rey así lo afirman en su libro: «Servir en la Guardia Varega fue un honor para miles de vikingos.